Florence Labasque
Tengo 39 años y soy madre de dos niñas pequeñas. Soy abogada de formación, y también fotógrafa. Cuando me mudé de París a Madrid a finales de 2008, había probado muchas actividades que me gustaban: tenis, squash, natación, baile, running, etc. Me gustaban, y me siguen gustando, pero no me LLENABAN más allá de la actividad en sí. En el Aikido sin embargo he encontrado una importante vía de desarrollo personal que va más allá de la practica en el tatami.
Pertenecer a este Dojo no es como entrenar en un gimnasio o en cualquier otro Dojo. Fue empezar desde cero, directamente con los mejores. Aprendes de personas que tienen mucha experiencia, por la enseñanza que recibieron ahí, lo que genera un ambiente de calidez y exigencia. Hay días difíciles, en los que te gustaría que te saliera todo perfectamente a la primera, y no es así. Pero no es así para nadie en Aikido. En Aikido, uno se tiene que esforzar, uno tiene que observar, repetir, equivocarse, corregir… De hecho, en palabras de mi Maestro Yasunari Kitaura “es más difícil corregir algo que hayas hecho mal durante mucho tiempo que aprender bien algo nuevo”.
El Aikido también me ha enseñado PACIENCIA, y más allá de esto, en su concepción como INTEGRACION me ha dado respuestas para otros ámbitos como la familia, el trabajo, ciertas decisiones cruciales. De alguna manera el hecho de integrar la respiración con los movimientos, y esforzarse por elaborar correctamente las técnicas (a lo que a veces nos referimos simplemente como “trazar”) te aporta muchas respuestas.
Finalmente, otra enseñanza adquirida en el Dojo del maestro Yasunari Kitaura es que da igual la edad que tengas, tu género, tu profesión, tu nacionalidad… Lo que cuenta, es tu ACTITUD. Y que al final acabemos formando todos una gran familia, con su diversidad y complejidad, lo cual la hace única y valiosa.
Aprovecho este testimonio para repetirle mi agradecimiento a mi maestro Yasunari Kitaura.